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viernes, 16 de noviembre de 2012

TORREMOLINOS 73


Torremolinos 73 (vídeo 1)
Torremolinos 73 (vídeo 3)
Torremolinos 73 (vídeo 4)
Torremolinos 73 (vídeo 5)

http://www.encadenados.org/n39/torremolinos_73.htm 
(...) se acerca a esa extraña vuelta al pasado comandada por la discutible serie televisiva de la televisión pública y de gran éxito titulada Cuéntame. No parece que (...)pretenda criticar una época triste de nuestra historia. Más bien se puede encontrar fácilmente en esa serie televisiva un cierto tono nostálgico. Así, la vida en la España al final de los años sesenta y comienzos de los setenta podría ser hasta divertida. Triste y demagógica conclusión. (...) mantener la memoria es distinto que alterarla. No basta para acercarse a una realidad con utilizar canciones o elementos (películas, anuncios...) correspondientes a la época. Hay que acercarse de otra forma y, además, construir una lógica narrativa (algo no tan fácil) que se una a la realidad que se pretende contar.
Algunas de las objeciones (...) es que se evita en lo posible, al menos explícitamente, la realidad política en la que se encontraba inmerso el país en aquellos años de finales de la dictadura franquista.
(...) Lo menor es que el tono de la realidad de la época mostrada se une con el propio feísmo de la película. Probablemente se deba a tratarse de una película rodada en condiciones precarias, (...) de un país y hasta de una cierta manera de entender el cine: hay una identificación con el mal hacer de las primeras películas “S” realizadas en España. Si aquel cine se hacía con poco dinero, no es mucho tampoco el empleado en este filme, (...) Lo demás es de una pobreza manifiesta. Y me refiero a localizaciones, escenografía, fotografía y hasta los simplones (como si se tratase de películas de aficionados) letreros de crédito del comienzo y del final. Consciente, o impuesto por la necesidad del rodaje, el resultado es satisfactorio. Imitación que adquiere el sentido de lo imitado. Pero aquí no se puede quedar el envite de un filme que, de otra forma, parece no estar demasiado lejos de la elementalidad o pobreza (en un intento de dar por bueno lo mal hecho) 
Programas televisivos o spot de la época, canciones de moda (de entonces, claro), alusiones a escenas de películas prohibidas aquí pero que eran conocidas por todos (caso de la “mantequilla” y El último tango en París), negocios que entraban en declive y eran sustituidos por otros más fáciles, el tirón del sexo (o sea, la apertura en un único sentido) como forma de exportar un determinado tipo de cine, que aquí no se vería pero daría lugar a las dobles versiones con destino el extranjero... (...)Existen, pues, una serie de ideas realmente válidas en este filme. No habrá que referirse únicamente a ese intento señalado de identificar la película vista con la historia vivida, que es, naturalmente, otra película, ya que existen otros puntos de interés. Destaquemos:
-        La parodia del propio cine al unir abiertamente las películas de consumo y pretendidamente comerciales con un cierta autoría basada en un mal entendimiento del cine de autor. En este caso se trataría de la identificación de Cámara con el cine de Ingmar Bergman y en especial con una de las películas del sueco, El séptimo sello. La verdad es que el sentido que se quiere conseguir podría resultar divertido, pero termina por quedarse en una simple idea que no acaba por desarrollarse de una forma adecuada.
-        La visión casi documental de unas historias cercanas y que atañen a más de uno de nuestros comprometidos productores. Sin señalar a nadie, Torremolinos 73 podía muy bien sentar las bases de la progresión en el mundo del cine de más de un avispado personaje que comenzó exportando o importando películas de cierto tono sexual. Algunos pequeños personajes, hoy encumbrados al mundo del cine o de las finanzas, que se aprovecharon (y se aprovechan) de unas determinadas propuestas.

(...)En la segunda parte del filme se rueda una película de título idéntico a la que estamos viendo. Algo buscado, naturalmente, y que plantea el sentido que Berger quiere dar a su película al conducirnos más allá de un simple intento comercial o de un título afín a tantas otras comedietas españolas como las (numerosas) que sufrimos y que, por desgracia, no están tan lejanas de aquellas que padecimos en otras épocas. Torremolinos 73 quiere dejar claro que nada tiene que ver con el vulgar cine representado por, poner un ejemplo, las películas dirigidas por Santiago Segura. Queda dicho, pues, que ese tono es el que arropa a las dos películas (la que se hace y la que vemos) del mismo título: una especie de  intertextualidad que, por otra parte, poco casa con el estilo o forma en la que el filme parece moverse. Estamos ante un doble juego que termina por devenir en un dilema de difícil solución: ¿A quién va dirigida la película? ¿Quién son sus destinatarios? La simple respuesta sería que se intenta “convencer” (llegar) a cualquier espectador, pero, no hay que engañarse, la apuesta de Berger puede resultar inútil al sentir ambos grupos que “esto” no va con ellos.
Los espectadores que huyen del cine español bebido en modelos comerciales de fácil consumo huirán, ya de entrada, de la película en cuanto su título le sugiere una determinada (y muy tonta) temática. Los espectadores que acudan tratando de encontrar un cine populachero, de humor fácil, se sentirán defraudados. El alineamiento entre cine popular y cine de autor que trata de conseguir el realizador quedaría definido por las continuas alusiones que la película hace al cine y, más concretamente, al cine de culto que simbolizaría el realizador sueco Ingmar Bergman. Pero, ¿qué espectador sabe hoy quién es Bergman? ¿Cuántos pueden identificar las imágenes que aparecen de El séptimo sello y por tanto pueden entender así el filme que prepara el personaje de Javier Cámara? Resulta muy difícil el equilibrio entre las dos miras tan diferentes. Pocos han sido los directores que, como Berlanga con su excelente Bienvenido Mr. Marshall, han salido triunfantes.
No es el único error de la película de Berger, aunque este, encomiable, se deba a una ambición que no se corresponde con el resultado. Hay bastante más. Está lo endeble de su conflicto dado por la impotencia de Cámara para tener hijos. Todo ese drama poco o nada tiene que ver con el hilo central: se descuelga de la narración como si se tratara de la trama de otra película diferente. Aparece al principio como sin darle importancia para que al final se convierta en algo decisivo. El chiste final (niño celebrando su cumpleaños) es también pobre e innecesario. Mejor es el otro final: el actual destino de Cámara convertido (de vuelta de su fracaso bergmaniano) en realizador de BBC, es decir, de bodas, bautizos y comuniones. Otros finales quedan en el aire como, por ejemplo, lo que ha sido del “productor”, un personaje que reflejaría, en su carrera ascendente, a (como se ha dicho) algunos “ejemplares” actuales “vivos” en la profesión. ¿Quiénes? Investiguen, si así lo desean. No somos nosotros los que vayamos a descubrir el pastel.
Quedan algunas otras cosas negativas que deben tenerse también en cuenta:
  • La escasa definición de los personajes. Actúan por imperativos del guión y no de acuerdo con su vivencias. De ahí que resulten difíciles de entender las motivaciones y reacciones del protagonista tanto en su regusto por el buen cine como en sus aspiraciones.
  • El no conceder la suficiente “cancha” a algunos personajes secundarios (el matrimonio burgués cuyo marido termina vendiendo seguros de vida) o el forzar otros (la pareja de “entrenadores” suecos).
  • La excesiva verborrea de los conocimientos fílmicos, sobre todo el machacón sonsonete de las frases atribuidas a Bergman.
  • La pobre resolución de determinadas secuencias, como los rodajes de la película culta (con ciertas reminiscencias muy lejanas del Truffaut de La noche americana) o la de ciertos momentos de tensión dramática. Compárese, por ejemplo, el momento en que en la película The Good Girl de Arteta la protagonista recibe la noticia de la imposibilidad que tiene el marido para tener hijos con el aquí mostrado (parecido en escritura y muy distante, siempre a favor de Arteta, en resolución).
  • El no ir demasiado lejos en la crítica, bien por no saber o bien por no atreverse a hacerlo. Es el caso del personaje avispado del productor (Juan Diego) al que Berger no se atreve (¡cuidado con los productores, muerden! o lo que es lo mismo, son los que tienen que poner el dinero) a retratarle en su “salsa”. Sería lógico, por ejemplo, que se “enrollase” con el personaje de Candela Peña (y que ella consintiera).
Con todos sus defectos es un filme digno de ser estudiado, superior a muchos de los que se hacen actualmente en nuestro cine. Con todos sus defectos es un filme digno de ser estudiado, superior a muchos de los que se hacen actualmente en nuestro cine. El realizador ha optado por superar el estilo de las comedietas chapuzas pero sin alejarse de su sentido. Es más de lo que se podía esperar de una primera película, sobre todo teniendo en cuenta el escaso dinero invertido en la producción, de forma que parece un filme, en términos futbolísticos, de regional. De cualquier forma es, incluso, mucho más interesante que esos petardos franceses estilo Mi mujer es actriz que tratan de adherirse a técnicas del cine verité (protagonistas que juegan papeles semejante a los de la vida real y cuyos personajes, por eso, se llaman como ellos mismos) o a esas películas americanas que nos llegan de mala serie B pero rodadas con dinero de serie A como la infumable Sin motivo aparente del cada día más prescindible Bob Rafelson.
El filme de Berger opta, con parecidos e insatisfactorios resultados que Obra maestra de David Trueba, por convertirse en una película de autor partiendo de unos modelos genéricos denostados. El “pequeño” Trueba, con más conocimiento cinematográfico (algo que consigue demostrar en la más lograda, aunque desigual, Soldados de Salamina) que su oscarizado hermano, sacó más jugo que Berger con Torremolinos 73. Pero no hay que olvidar que éste realiza su primer largometraje. Sin nostalgia, y con algo (se necesitaba mucha más) de acidez retrata una época triste de nuestra historia y de nuestro cine. Época que hasta cierto punto parece, cada vez más, un espejo en el que se mira el desdibujado momento que hoy nos está tocando vivir.
Adolfo Bellido
 

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